Crear cambios en el ámbito laboral suele ser un proceso difícil en el sentido en que hay que enfrentar cambios de raíz. Se nos exige cuestionar viejas creencias y hábitos. Estamos saliendo de una era que exigía sostener un buen status económico y social, pues éste definía nuestro valor humano. Se valoraba el intelecto mucho más que cualquier otra cualidad dejando de lado el aspecto emocional y muchos valores.
Las prioridades del ser humano se van transformando, así como también sus necesidades y prioridades. Hoy en día, sabemos que no es suficiente con tener dinero o mantener un buen status social, la vida es mucho más que eso y hoy en día buscamos estar bien internamente. Parte de este bienestar, radica en trabajar a través de la vocación y el servicio y si tomamos este camino, nuestra materia prima será: El talento, la innovación, la tecnología y el conocimiento.
La base del empleo en la vieja energía, radicaba en vender tiempo y por supuesto, éste es limitado. Si deseamos aumentar nuestros ingresos, nos arriesgamos a entrar a un ritmo desgastante de trabajo. A mayor ingreso, más trabajo. Finalmente, no podremos vender más de 24 horas al día terminando así en un elegante sistema de esclavitud elegido a voluntad. Vender tiempo, no es el mejor camino para lograr la libertad financiera. JOB (trabajo en inglés) es el acrónimo de Justo On Broke (quebrado, en inglés) ¿casualidad?.
Somos una generación “bisagra” entre dos eras: la industrial y la de la información, es decir, nuestra generación nació “analógica” pero debe convertirse a “digital”. Realizar la transición no es tan fácil, para ello, debemos aprender a separar la información imprescindible de la prescindible e incorporarla desde la experiencia. En estos tiempos, todo se automatiza, se digitaliza, si tu trabajo puede hacerlo una máquina, tarde o temprano prescindirán de ti. La nueva moneda se llama conocimiento y las personas son pobres o ricas según su grado de conocimiento.
Hoy en día va en aumento los llamados: “Laptop millionaries”, personas que pueden trabajar tan solo con una computadora, estando en cualquier lugar, desde su casa, un restaurante, la playa, la montaña, etc. Este tipo de personas pueden experimentar mucha mayor felicidad, pues cuentan con mayor tiempo libre, mayor nivel de ingresos, menos estrés y mayor panorama de desarrollo a futuro. Mientras se mantenga vida la chispa de la creatividad e innovación, siempre habrán proyectos vivos también.
La dirección del pensamiento
En términos reales, la pobreza y la riqueza no es cuestión de suerte, conocimientos o nivel de inteligencia. Nosotros le damos dirección al dinero según nuestros pensamientos, nuestra relación con el y los hábitos que tenemos, de cierta forma, lo que pensamos, sentimos y hacemos crea esta realidad, por darte un ejemplo: Si tu piensas que no eres merecedor, te costará mucho ponerle un precio justo a tus servicios, por lo tanto, es posible que al momento de cobrar, no cobres lo justo o incluso, no cobres. Tu pensamiento, dirige una acción concreta. Si el dinero no llega, no fue cuestión de suerte, fué una creación inconsciente.
Tanto el rico como el pobre, son creadores de su realidad. Por lo general, el pobre no es consciente de su creación… el rico si lo es, da pasos estructurados y concretos hacia lo que desea, mientras que el pobre crea acciones inconsistentes hacia “donde la vida lo lleva” en inconsciencia total.
Tanto el pensamiento como las palabras, tienen poder. Existen palabras que crean éxito y otras que crean fracaso. Existen palabras que empoderan y otras que debilitan, algunas que nos dan fuerza y motor y otras que nos destruyen.
1. Palabras debilitantes: fácil, difícil, suerte, imposible, problema, fracaso, intentar, miedo, culpa. 2. Palabras de poder: Misión, compromiso, ilusión, servicio, oportunidad, confianza, inversión, pasión.
Si te conoces lo suficiente, tal vez puedas relacionar el tipo de lenguaje que usas en relación al dinero y tal vez puedas comprobar si la realidad que estás viviendo, es coherente con el lenguaje que usas. Si puedes ver esto, entonces podrás comprobar también que al cambiar el lenguaje, cambias la realidad. Te animo a hacer un listado de tus creencias respecto al dinero, inclúyelo todo, te sorprenderás.
Tengo una amiga que nunca había creído en los juegos de azar, pues desde pequeña “aprendió” que nunca ganaba nada, ni en rifas ni en apuestas, así que su creencia estaba muy bien cimentada, por otro lado, creía profundamente que el dinero tendría que llegar como producto de su trabajo solamente. Hace un año perdió su empleo y la necesidad económica la llevó a tener la idea de jugar en los casinos. Se dio cuenta que jamás ganaría si seguía sosteniendo su creencia de que ella no ganaba en juegos de azar. Tuvo que aceptar que mucha gente “vive del juego” y que esto responde a sus creencias también. Antes de arriesgar dinero, dedicó un mes a cambiar el patrón de creencia que no le dejaba avanzar en este punto. Hoy tiene un año sin trabajar, ganando dinero solo en juegos de azar.
Por supuesto, no es mi intención sembrar la idea de que busques este camino, mi intención es solamente mostrarte que cada persona puede crear una realidad diferente, tan solo ubicando el patrón de creencia que impide el avance y transformarlo.
Las creencias deben renovarse para acoplarse a un mundo cambiante y a un ser cambiante (nosotros). La mayoría de las veces, deseamos seguir jugando el juego de la vida con reglas caducas, ni el mundo es el mismo de ayer, ni nosotros somos los mismos ¿Cómo pretendemos ganar el juego, con reglas vencidas?.
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